Somos afortunados

  “Teresa, leo siempre todo lo que publicáis en el blog, pero yo tengo ganas de dejar de pensar en el divorcio, estar con mi familia en el campo con unas buenas chuletas, y olvidar todo esto.”

Este pensamiento de un buen cliente de nuestro despacho, es el de una persona a la que el divorcio no le impide continuar con su vida, es más, tiene prisa por acabar con todos los trámites y poder pensar en otra cosa: en sus hijos, su familia, su vida en definitiva.

Cierto es que la ruptura familiar supone un acontecimiento de gran trascendencia en la vida de una persona, que implica tener que reorganizarnos por dentro ¡¡con lo que cuesta!!! una vez que estábamos asentados. Ahora bien, debemos superar la idea muy arraigada en nuestra cultura de identificar boda con felicidad y divorcio con tristeza porque no necesariamente se cumple en todos los casos. Evidentemente cuando tomamos la decisión de unirnos a otra persona lo hacemos movidos por la felicidad y el deseo de que dure para siempre y cuando el divorcio se nos presenta como opción, es frecuente albergar sentimientos de fracaso, tristeza, ansiedad…

Nosotros no somos psicólogos, pero sí abogados especializados en derecho de familia, conscientes de que nuestros clientes atraviesan por una situación personal delicada, preocupados por su futuro y por sus hijos, y asumimos la obligación de guiarles y orientarles durante ese proceso para diseñarles su mejor estrategia, compartiendo un camino a veces largo y complicado, presentándoles nuestros conocimientos jurídicos que le ayuden a superar la situación en la mejor forma posible.

Por eso cuando un cliente nos manifiesta que está deseando acabar con su procedimiento para dedicarse a su vida y a su familia, tenemos el convencimiento que ese deseo es el de la superación, el de haber logrado “reinventarse”, de manera que a nosotros nos queda propiciar el broche final a una buena solución jurídica y … a VIVIR!

Felicidades.

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