Casi no pude leer la sentencia completa. Cuando iba por la mitad, me estaba figurando la reacción que mi cliente iba a tener, así que opté por llamarle de inmediato.
Me gusta informar a mis clientes lo antes posible de las resoluciones que les afectan, pero siempre de forma rigurosa. Tanto si es favorable como si no lo es, tengo por norma haber leído con calma la sentencia antes de darle a conocer al cliente su notificación, para de esta forma ser más eficaz.
Y no pude hacerlo ayer.
Tenía delante de mis ojos una sentencia que no es que hablara de un juicio o que hablara de cuestiones graves y distanciadas, no.
La sentencia de la Audiencia mencionaba una y otra vez el nombre de la niña sobre la que pivotaba la sentencia.
Hablaba de ella, como si la hubiera escrito un familiar, se traslucía una delicadeza muy alejada de la confrontación.
Mi cliente se emocionó y no es para menos. Eso es un éxito.