Por desgracia es habitual encontrarse que junto a la demanda en la que se pide la custodia compartida se vierten alegaciones que lo que en realidad buscan es dejar en mal lugar al progenitor demandado. Es un error “pelear contra viento y marea para conseguir la custodia compartida” porque en el ejercicio conjunto de la custodia de los menores, lo que debe haber es compromiso, cooperación, lealtad con respecto al otro, toma de decisiones conjunta y respeto, mucho respeto.
Todo ello requiere la superación del drama personal que haya podido suponer la ruptura de pareja y fijar el objetivo en el cuidado y atención de los hijos. Por eso, orientar el procedimiento como una guerra jurídica que a buen seguro se trasladará al ámbito personal impidiendo que crezca la hierba del entendimiento, es un error mayúsculo.
A veces nos hemos encontrado también que junto a esas demandas se acompañan justificantes de los pediatras de los menores en los que se refleja que el menor es acompañado por su madre, por su padre, etc. etc. Doble error porque no solamente estamos avanzando en esa guerra, sino que además estamos aportando para la causa al pediatra de nuestro hijo, como si no tuviera bastante con encargarse a veces de observar como el conflicto de los adultos hace estragos en la salud física y emocional de los niños, que además le obligamos a jugar en terreno que no conoce.
La reciente sentencia de la Audiencia Provincial de Badajoz, de 12 de noviembre de 2019 es clara y se dice que el hecho de que la madre haya ido más veces al pediatra o al colegio a hablar con los profesores no comporta, ni mucho menos, que el padre sea un mal padre. En el cuidado y atención de los menores, como en muchos otros ámbitos de las relaciones de pareja, se produce un reparto de papeles. Y que, dentro de ese reparto de papeles, un progenitor dedique más tiempo a los hijos no hace necesariamente de peor condición al otro.
De manera que si pretendemos la custodia compartida lo que hay que hacer es pelear menos y entenderse más.